En esta primera parte se contextualiza históricamente el pensamiento económico estableciendo una serie de consideraciones que ayudan a explicar la hegemonía de la corriente neo-clásica de nuestros días.
1.- Ejemplos de pensamiento económico: Edad antigua
Durante decenas de miles de años las manadas de humanos formaron, primero tribus y después hordas, donde no existía conciencia de individualidad. Lo individual no se percibía como parte diferenciada del mundo circundante.
– Por miles de años, la humanidad cuenta con pensadores que intentan comprender la sociedad y los individuos que la componen:
–Gautama Buda (550 A.C.) en la India, criticaba el estado Brahmánico de castas promulgando un comunismo ascético.

– Mo-Tsu, en la China del siglo quinto A.C., basa su ideología en el mandamiento de un amor general entre la humanidad. Sus ideas fueron el motor para que Wan-Mung (año 8-23 D.C.) decretase una ley con miras a frenar la propiedad privada y su elevada concentración.
-En el imperio Sasánida, en la Persia del siglo sexto D.C., apareció cierto Mazdak que señalaba la igualdad natural entre todas las clases de hombres.
– Los profetas de la antigüedad Israelita preconizan la comunidad sin prestación de trabajo y la propiedad igualitaria como cosas deseadas por Dios. Así se establece en la Biblia. Ezequiel dice que la tierra debe ser compartida por todos como bienes propios y sortearla entre los individuos, tanto extraños (extranjeros) como autóctonos.
– En el Deuteronomio se prohíbe la usura, se obliga al pago puntual de salarios, la liberación de esclavos por deudas y la beneficiencia con los necesitados. Asimismo se utiliza la institución del año séptimo: cada siete años los propietarios debían dejar su tierra en “barbecho” y cederla libremente para que la aprovecharan los que nada poseían. Durante el “jubileo” (cada siete veces siete años: 49 años) debían condonarse las deudas y devolverse las tierras a los antiguos propietarios.
– Jenofonte (S. VI-V A.C.), en su Oikonomicos, establece que la división técnica del trabajo, limitada por el mercado, aumenta la cantidad y calidad de los bienes, lo que se convertirá en eje de la teoría de crecimiento de Smith. Además considera que los intercambios mercantiles solo son justos si son voluntarios.

– Platón (S. V-VI A.C.), en su Politeia, defendía un gobierno aristocrático de sabios, con una segunda clase dominante de valerosos custodios que debían dirigir una sociedad fundamentada en la esclavitud natural de los cautivos y una propiedad privada, lo más igualitaria posible, para la masa de productores. Para ello, las dos clases dominantes no debían poseer ni familia ni propiedad privada, ya que para ambas clases ésta debía ser comunitaria. Además, según él, se debe regular la economía para eliminar el beneficio y la usura, que aún siendo producto de intercambios voluntarios, son injustos. Muchas de sus ideas sobre beneficio, usura y comercio se integraron en el constructo de la Escolástica.
– Aristóteles (389-322 A.C.), en su Ética a Nicómaco y la Política, defiende que la propiedad comunitaria no impide las pugnas sobre el tesoro comunitario. Además, polemizando con Platón, considera que la falta de propiedad privada (que defiende como algo natural) impide la magnificiencia o prodigalidad, que solo podría darse si existe cierta acumulación de riqueza.
Propone un tipo de justicia distributiva en que el mérito intelectual de los individuos incide sobre la riqueza que les corresponde disfrutar (lo que puede interpretarse como un precedente de la noción de capital humano), aunque coincide con Platón en reprobar aquellos Estados con grandes diferencias de propiedad.
Consideraba a la economía como una parte de la ética, que se debía a la satisfacción de las necesidades humanas, en lo que se denomina la “moral natural”. El hombre debía entenderse como un animal cívico, una parte de la sociedad, considerando que el conjunto es anterior a las partes. Separó dos vertientes de estudio, la crematística, que se ocupa del denominado valor de cambio, y la economía, que se enfocaría en el valor de uso. Aristóteles considera necesaria cierta crematística, cuando el intercambio se realiza en términos de productor y comprador a precio justo y voluntario, pero en general la rechaza por inmoral, en cuanto a que sea un intermediario el que revenda lo comprado al productor, reportándose un valor agregado. Estos argumentos serán clave en muchos aspectos de la política de los siglos posteriores.
Además, diferencia tres funciones para el dinero: de medida de valor, medio de cambio y depósito de valor.
Todos ellos basan sus análisis en tres lentes: la conciencia de clases, (del individuo frente a la masa y el resto de individuos), el reparto de poder y la distribución de la riqueza.
2.- Edad media
No son muchos los autores de los que se tenga constancia de legado sobre pensamiento económico entre los siglos XIV y XVIII. Un caso particular lo encontramos en Ibn Haldún (Abenjaldún), un historiador, sociólogo, filósofo, economista, geógrafo, demógrafo y estadista musulmán que en su Historia de los árabes propone una explicación cíclica de la historia de la civilización combinando el efecto de numerosos objetos económicos como la división técnica del trabajo, la dicotomía entre consumo y ahorro, el impacto de los impuestos y los beneficios sobre la producción o el de los gustos sobre la demanda.
La corriente de pensamiento dominante durante la edad media fue la Escolástica. Los escolásticos, profesores de las universidades europeas de la cristiandad, intentaron compatibilizar la doctrina religiosa católica con la defensa de la propiedad privada y el desarrollo comercial, que emergía en esa época. Tenían tres fuentes básicas de conocimiento: la filosofía aristotélica, el derecho Romano, y el derecho Canónico. De Aristóteles utilizaron, entre otras muchas cosas, el método del silogismo hipotético, basado en la fe y el argumento de autoridad. El derecho romano regulaba contratos, legitimaba el comercio, salvaguardaba la propiedad privada y su herencia y definía como justo el intercambio comercial voluntario. El derecho canónico, y la Biblia como núcleo de éste, condenaban el comercio y la usura, es decir tenía una percepción negativa sobre la consecución de ciertos beneficios y sobre la aplicación de tipos de interés en la devolución de deudas.
Tomás de Aquino, prócer escolástico, defendía que la moral natural implicaba una propiedad de tipo comunal, pero que la propiedad privada debía verse como una ampliación aceptable a esa moral. Fue famoso su analogismo de que la naturaleza brindaba la desnudez, pero que ello no obstaba para entender que las ropas no contradecían la moral natural ya que era beneficiosa para los humanos. Del mismo modo, la propiedad privada era beneficiosa para el hombre en cuanto a incentivadora del trabajo, lo que en siglos posteriores defenderían Locke, Quesnay y Smith con sus interpretaciones de la llamada teoría de la Ley Natural.

Los escolásticos defendieron que el efecto del regateo en los mercados determinaba un precio sobre las mercancías que debía considerarse justo, con lo que probaron la moralidad del comercio, que estaba en contradicción con la interpretación del derecho canónico de la época. Los escolásticos salamantinos fueron más allá corroborando que los precios serían justos si no se daba la intervención de ninguna entidad pública.
Ya en el siglo XVII, la reforma protestante inhabilitó la doctrina prohibicionista de la usura, acomodando el concepto de interés como reembolso por lucro cesante y daño emergente.
El sistema económico-político imperante en esa época era el feudalismo, que puede entenderse como la institucionalización de la relación de vasallaje. El vasallo, que era un hombre libre, no un esclavo, recibía la concesión de un feudo por parte del señor, que también era un hombre libre, mediante el establecimiento de un contrato de obligaciones recíprocas.
Una forma típica de vasallaje consistía en trabajar durante tres días las tierras, cuya producción se destinaba a garantizar la subsistencia del vasallo y su familia, utilizar otros tres días para trabajar las tierras del señor, que se quedaba con lo producido y un séptimo día para descansar.
Los cambios en la estructura de poder durante la edad media promovió teorías alternativas en cuanto a la necesidad, tamaño y poder de una superestructura estatal. Así, las crisis de las monarquías feudales llevaron al desarrollo de las monarquías autoritarias. Éstas acabaron deviniendo en monarquías absolutas. Los tres constructos son formas alternativas de modelización de la realidad. No obstante, en todos los casos, las teorías (que no dejaban de explicar el reparto de poder, la diferencia de clases y la distribución de la riqueza) tenían como puerta de entrada la asunción de Dios como fuente del poder. Ni los individuos, ni sus acciones agregadas, fueron tomados en cuenta para una mejor comprensión de los sucesos y las interrelaciones entre los agentes del momento. Estas relaciones siguieron siendo las propias del sistema feudal.
A partir de la segunda mitad del siglo XIII, la revolución industrial señala el nacimiento de una nueva puerta de entrada con que conceptualizar el mundo. La divergencia más evidente con las teorías anteriores consiste en la exaltación de los individuos y su potencial, en lo que pasará a denominarse Humanismo.
3.- Siglo XVII
Durante el S XVII se redefinieron las relaciones entre el Estado y los individuos, los monarcas, por derecho divino, gobernaban a su voluntad el sistema de derechos de la propiedad privada. Al instaurarse la primera monarquía parlamentaria en la Inglaterra de 1648, se deslegitimó la doctrina del derecho divino. También nacieron las teorías del contrato social, según las que el gobierno debe ser creado con el consentimiento de los gobernados, que siguiendo su propio interés establecerán acuerdos cooperativos.
Para Hobbes, al que se puede considerar un utilitarista, la sociedad civil en su búsqueda de orden, se organiza para enfrentarse a la anarquía propia del estado natural del hombre. En un contexto de escasez, Hobbes propone la necesidad de un Estado patriarcal, el Leviathan, al que los hombres deberán ceder su derecho a gobernarse para remitir la anarquía en la que caerían por su incapacidad para coordinarse armoniosamente.
Otra visión del contrato social es la de Locke, para el que la sociedad civil deberá organizarse para enfrentarse a la opresión que amenaza con destruir la libertad propia del estado de la naturaleza. El padre del llamado Individualismo Posesivo considera que la fuente del derecho de propiedad es el trabajo. El gozo de los frutos del trabajo es un derecho natural, previo a la existencia de un gobierno. Así, para un Locke muy crítico con los mercantilistas, el Estado debe inhibirse en sus actuaciones, más allá de arbitrar en la aplicación de leyes que aseguren el derecho a la vida, la libertad y la propiedad privada. Locke interpretaba que el valor de cambio, sujeto a la combinación de oferta y demanda, es volátil, sin que ello haga cambiar el valor de uso, fundamentado en el trabajo.

El Mercantilismo fue una corriente de pensamiento basada en la búsqueda de constructos racionales con propensión a influir en la política, apareció en contraposición a los escolásticos, dominados por cuestiones morales.
La aportación más importante del mercantilismo, probablemente fue la del concepto de Balanza de Pagos, núcleo duro de su teoría que impregna la mayoría de los conceptos que trabajaron, entre ellos el de La Utilidad de la Pobreza.
La utilidad de la pobreza fue una doctrina mercantilista que defendía que el empleo era el resultado de un mecanismo de transmisión indirecta promovido por la producción de bienes, no el efecto del consumo. Así, la reducción de costes laborales provocaba un incremento deseable en el volumen de exportaciones, vía un incremento de la competitividad. Los salarios por encima de los de subsistencia hacen que los trabajadores se decidan por un mayor consumo de ocio, lo que empeora las exportaciones. Ello se justificaba en la idea de la pereza y vagancia de los empleados, idea que retomará Malthus más adelante. Y que en la actualidad, tres siglos después, sigue vigente en los modelos austericidas impuestos por los neoclásicos.
Los críticos a esta doctrina, como North, defendían que las posibilidades de incrementos en el consumo incentivaban la laboriosidad de los trabajadores.
Mandeville, siguiendo la corriente Utilitarista como Hobbes, considera que los individuos, que son racionales y egoístas, persiguen conseguir los llamados “bienes”, que les procuran placer, y minimizar todo aquello que les provoca aversión, los “males”. En la Fábula de las abejas (1714), establece que el interés propio provoca consecuencias económicas beneficiosas aunque las acciones estén carentes de virtud, lo que acabó inspirando la teoría de la Mano invisible de Smith.

