1.- Introducción a la economía Clásica
Vídeo Desde Clásicos a Neoclásicos
Propósito: El propósito de este material es satisfacer la necesidad de aportar herramientas de pensamiento crítico y economía comparada a los estudiantes de grado de Economía y ADE
Metodología: Se ha seguido el una visión sobredeterminística según Althusser del objeto a estudiar, bajo el proceso epistemológico del Pensamiento Complejo propuesto por Morin.
Implicaciones prácticas: La ausencia de un componente crítico en los contenidos ofertados en los currículums de las asignaturas de los grados de GECO y GADE hace que los graduandos y graduados obtengan una visión parcial y empobrecida de la economía. Ello los convierte en transmisores y reproductores de una visión unitarista de la economía dominada por la corriente neo-clásica, que repercute en la configuración de la sociedad.
Palabras clave: pensamiento económico, pensamiento complejo, teoría económica, economía comparada, paradigma, neo-clásico, socialdemocracia, marxismo, mainstream, historia del pensamiento, epistemología, reduccionismo, estructuralismo, sobredeterminismo, puerta de entrada, lógica interna, validación.
Siglo XVIII Economía Clásica
Del mismo modo que la gente utiliza las teorías para comprender y cambiar el mundo que los rodea, el constante cambio en el mundo incide en la transformación de las teorías de los individuos. La revolución industrial implicó drásticos cambios en las experiencias que vivía Europa Occidental, ello derivó en el nacimiento de nuevas teorías. El Renacimiento y la corriente de Humanismo de los siglos XVI y XVII, o el Racionalismo de Descartes, quien proclama la potencia del individuo con su famoso “pienso, luego existo”; promueven nuevos paradigmas para confrontar el mundo. Ese corpus teórico ampliado, sirvió sin duda para enfrentar la caída del antiguo régimen y promover la revolución industrial de la época, que a posteriori se acabará conociendo como el nacimiento del Capitalismo.
Durante el siglo XVIII, los pensadores siguieron analizando la realidad usando las lentes del reparto de poder, distribución de la riqueza y distinción de clases, pero con una novedad, los análisis proponían a los individuos como elementos centrales del constructo. Ello divergía frontalmente con el enfoque de la necesidad de un Estado encabezado por un líder absolutista cuyo poder dimanaba de Dios. En este contexto de transformación del sistema feudal en el capitalismo nuevas teorías nacieron, se fusionaron, lucharon y se retroalimentaron unas a otras. Ciertas teorías fueron gradualmente aceptadas y se convirtieron en instrumentos generalizadamente utilizados para entender las nuevas interacciones. Las viejas teorías asociadas al sistema feudal, dejaron de estar sustentadas por la mayoría de la población de la Europa Occidental. Se requirieron nuevas teorías para analizar la nueva realidad con el fin de contribuir a controlar los efectos del nuevo sistema. Las nuevas teorías sirvieron como guía práctica para el desarrollo de acciones sociales que marcasen el camino del cambio. Cuando estas teorías fueron ampliamente aceptadas, influyeron significativamente en la forma en que se desarrollaron los primeros pasos del capitalismo europeo, que sería exportado a las colonias hasta hacerlo un fenómeno global.
Los misterios de la naturaleza y la sociedad, anteriormente adscritos a la voluntad de Dios, se convirtieron en problemas a los que la mente humana podía dar respuesta. La Divinidad dejó de ser la puerta de entrada para la mayoría de las interpretaciones de la realidad, dejando paso a la ciencia.
Esta transición entre el feudalismo y el capitalismo generó una serie de constructos básicos comunes entre las teorías emergentes. Dios dejó de ser el foco de atención, viéndose desplazado por el Hombre. Las nuevas teorías exaltaban a los individuos como su puerta de entrada, se los pasó a ver como capaces de comprender el universo, manipular su entorno y ser el ladrillo de toda formación social mediante los sucesivos consensos establecidos entre ellos.
Uno de los hitos provocados por la transición, fue la aparición de la Teoría económica. Hasta ese momento, no se había tratado la economía como campo de estudio separado de otros sistemas de interrelación social (como la política, la religión o la ética). La economía se ocupará de cómo se administran los recursos disponibles con objeto de producir bienes y servicios y distribuirlos para su consumo entre los miembros de una sociedad. Adam Smith, padre de la economía política, en su libro “La riqueza de las naciones” (1.776), plasma por primera vez un análisis sobre los nuevos objetos de estudio aparecidos con el capitalismo. Esta es la llamada Teoría Económica Clásica. La relación de vasallaje dio paso a la aparición de nuevos agentes (los trabajadores y empleadores), y de una nueva forma de contrato (los salarios). Los intercambios mercantiles dejaron de producirse bajo el amparo de reglas religiosas y/o feudales que gobernaban las decisiones de qué y quién producía y cómo se distribuía la producción. En cambio, sobrevino un nuevo paradigma de mercado de intercambio. El rápido crecimiento de esos mercados reveló la necesidad de analizar en profundidad las variaciones en los precios. También se tomó consciencia de la conveniencia de estudiar un elemento clave en la estructura de los mercados: el dinero.

El padre de la economía política elaboró su teoría en un tono humanista. Así, asume que el motor último de la economía es el individuo. El crecimiento de la riqueza dependerá del esfuerzo mental, el trabajo, la iniciativa, la moral y el egoísmo individuales. Las crisis económicas debían verse como el producto de la interrelación entre las acciones de los individuos en respuesta a las condiciones a las que se enfrentaban. Estas relaciones entre las acciones de los individuos amparadas en el libre-mercado tomó el nombre de “mano invisible”.
Los fisiócratas, como Quesnay en su Gobierno de la naturaleza (1758), defienden que el gobierno no debe intervenir en la economía. Su lema del Laisser faire la nature describe que los individuos, actuando en libertad y sin intervención estatal, aseguran un orden social justo, en que el incremento del bienestar de cualquiera de ellos solo puede conseguirse a partir de un empeoramiento del bienestar de otro (óptimo de Pareto).
Un precedente fisiocrático lo encontramos en Cantillon, con su Ensayo sobre la naturaleza del comercio en general (1730), que defiende la necesidad del salario de subsistencia, contradice la vinculación de la cantidad del dinero y el empleo, y asegura que las intervenciones estatales solo sirven para incrementar los precios.
Los fisiócratas generaron el primer modelo teórico de la historia del pensamiento económico describiendo un flujo circular de producción y consumo entre tres sectores o clases conectados por el mercado y el flujo de dinero.
Propusieron dos ejes de política económica, primero la eliminación de todos los impuestos salvo uno que gravase la clase de los propietarios, para así aumentar la acumulación de capital de la clase productiva, lo que debía elevar el producto neto percibido a largo plazo por los propietarios. En segundo lugar pretendían asegurar la libertad comercial interna y a las exportaciones.
Hume, en su Tratado (1.739) postula sobre la necesidad de propiedad privada, no como derecho natural, pero sí como respuesta a la escasez de recursos, atacando con ello la estructura feudal de su época.
En su Investigación sobre principios de la moral (1751), que influiría sobre los economistas clásicos, los marginalistas y los neoclásicos, establece las bases de la filosofía utilitarista. Identificaba lo bueno con lo útil y malo con lo doloroso, proyectándolo desde el individuo a la sociedad. Veía una dualidad en el comportamiento humano que oscilaba entre el egoísmo y el altruismo. Consideraba el hogar como escenario de la motivación altruista mientras que en el mercado se actuaba bajo la búsqueda del interés propio.
Para solucionar el problema de justicia social, los utilitaristas veían en la propiedad privada una condición necesaria. Ésta se entiende como una convención que, como el dinero, favorece la cooperación espontánea entre los componentes de la sociedad. La defensa que el gobierno haga de ese derecho de la propiedad privada permite los intercambios voluntarios que llevan a la maximización de la utilidad, y que sin la intervención estatal aseguran el óptimo social.
Adam Smith, profesor de lógica, retórica y moral en la universidad de Glasgow, intentó construir, como Hume, una teoría unificada sobre el comportamiento humano en sociedad. Entre otras aportaciones, utilizó el concepto de equilibrio del mecanismo de flujo de metales de Hume. Difiere de éste, en cuanto a su posición estoica frente a la epicúrea de Hume. Hume consideraba que el motor de la producción futura es el deseo de consumo actual. Mientras que los estoicos como Smith, proponían que el crecimiento económico provenía de la capacidad de ahorro.
Para Smith la propiedad privada es premisa necesaria para “negociar, cambiar o permutar una cosa por otra” lo que Smith llama la “disposición permutativa” de todos los individuos. Así, el egoísmo en el mercado asegura una eficiencia de Pareto como resultado de la suma de acciones individuales y la mano invisible que la regula.
El Estado es necesario para proveer bienes públicos puros (justicia, policía y defensa militar) para proteger el derecho de propiedad, asegurar la formación de capital físico (obra pública) y de capital humano (sanidad y educación) limitando al máximo cualquier otro tipo de intervencionismo.
En el corto plazo acepta el dinero como medida del valor de cambio de bienes y servicios. No obstante, en el largo plazo, el valor viene dado por el trabajo, que es el valor de uso en el que se fundamenta la riqueza de una nación. Ahora bien, el valor de un bien es reflejo de los salarios pagados a los trabajadores, no de las horas invertidas en el proceso, tal y como Ricardo y Marx establecerán más adelante.
Para Smith, el valor de cambio de un bien será el precio natural, de equilibrio, como agregación del salario natural de subsistencia, más la renta a los propietarios por la tierra, más la tasa de ganancia para los ahorradores (los capitalistas). En condiciones de mercado libre, los precios gravitarán hacia el equilibrio.

El equilibrio del salario se concibe a partir de entender el trabajo como un bien intercambiable más, que tenderá de forma natural, por causa del crecimiento poblacional, al salario de subsistencia. Para asegurar la reproducción de la mano de obra, Smith introduce el concepto del salario familiar, el que permite tener descendencia.
La teoría histórica del valor trabajo de Smith considera que la renta a los propietarios y la tasa de ganancias para los capitalistas, como deducciones del producto del trabajo. Además identificó al tipo de interés como la mejor aproximación a la tasa de ganancia, mucho más fluctuante e incierta que el primero.
Smith se desmarcó de la teoría de la utilidad de la pobreza. Consideraba, como Hume, que salarios superiores al de subsistencia aumentarían la laboriosidad, no el consumo de ocio.
El fondo de salarios (capital acumulado) pone en marcha la división del trabajo, aumentando la productividad de los trabajadores, lo que conecta su teoría de la distribución con la de crecimiento.
-Hume y Quesnay son coetáneos de Voltaire, con su justicia innata (1.734), Rousseau, con su contrato social y estado republicano (1.760) y Montesquieu, con su separación de poderes (1.730).
Sus análisis, basados en la conciencia de clases, la distribución de la riqueza y el reparto del poder, posibilitan en 1.793 la causa de la Revolución Francesa, con su búsqueda de Igualdad, Fraternidad y Libertad.
Los escritos de Smith, junto con Ricardo, fueron el impulso para el estudio del proceso de toma de decisiones de empresas e individuos como base de los procesos económicos, lo que ahora llamamos microeconomía. La Teoría Clásica surgió enfrentándose directamente con la estructura feudal. Sus primeros autores se vieron abocados a, no solo estudiar los hechos y tendencias económicos, sino a justificar y definir protocolos de actuación adecuados para los gobiernos emergidos tras la retirada del antiguo régimen. En sus análisis sobre la distintas lentes de aproximación a la realidad social trataron de contrastar qué era más preferible, ¿la libertad de intercambio comercial entre naciones o el proteccionismo y sus restricciones a ese intercambio?, ¿la existencia de monopolios estatales o la promoción de competencia?, ¿las restricciones e intervención estatal respecto a las condiciones de producción y distribución (como se había estado dando mayoritariamente hasta ese momento) o la defensa de libertad de las decisiones individuales? La economía clásica ayudó a dar forma a las complejas relaciones entre los industriales y los trabajadores, así como entre el estado, las empresas y los hogares. Ya los fisiócratas habían atacado la figura del estado intervencionista, cosa natural si se piensa en la injusticia e inequidad promovidas por la estructura feudal dominante hasta ese momento. Siguiendo esta corriente, las nuevas teorías económicas tenían como uno de los objetivos principales demostrar que el capitalismo podría alcanzar su potencial solo si se eliminaban todas las barreras y obstáculos a la maximización de la riqueza privada.
Si bien es cierto que los esfuerzos de los economistas clásicos no se limitaron exclusivamente a los tópicos de la microeconomía, no obstante, no fue hasta la década de 1870 en que emergió una nueva hornada de teorías, la economía neoclásica, que abarcó elementos con mayor perspectiva global, como los ciclos, el crecimiento, la inflación o las depresiones. El nexo entre los clásicos y los neoclásicos se debe a los marginalistas.
Siglo XIX Economía Neo-Clásica (Clip 2 Los Neoclásicos)
Los economistas clásicos desarrollaron la idea del capitalismo como herramienta para crear el máximo de riqueza posible en una sociedad, mientras que los neo-clásicos se centraron más en la capacidad del capitalismo para crear una sociedad armoniosa en la que se minimizan los conflictos mediante asegurar las posibilidades de maximización de la riqueza individual.
Los neo-clásicos deben responder a nuevas preguntas creadas por la expansión del capitalismo. Así sus teorías explican: primero, la distribución de riqueza entre los agentes productores de la misma; segundo, cómo puede reproducirse y extenderse un sistema tan productivo; y tercero, cuál es la mejor forma de enfrentarse a los recurrentes ciclos que amenazan e interrumpen el sistema capitalista.

Thomas R. Malthus, afirmaba que el nivel de vida de los trabajadores no podía elevarse permanentemente por encima de las necesidades fisiológicas. Su teoría de la población, aparecida en 1798, presenta dos ejes: primero, considera que la población crece en progresión geométrica, más rápidamente que los medios de subsistencia, que lo hacen aritméticamente y, segundo, la cantidad de alimento regula la cantidad de población.
Para Malthus, las propuestas igualitarias son inviables. Toda medida para aliviar la condición de pobreza de los trabajadores llevaría a un crecimiento poblacional no susceptible de mantenerse en el tiempo debido a la escasez de los medios de subsistencia, ocasionando un aumento de la miseria.
En la misma línea, Burke, con sus Pensamientos y detales sobre la escasez (1795), había avanzado el pensamiento de la escuela de Chicago, anunciando que las legislaciones para prevención de la pobreza son inútiles e injustas. Inútiles porque serían perjudiciales para los pobres ya que los impuestos para financiarlas socavarían la capacidad del capital para contratar más jornaleros. Injustas, porque resultan un imposición arbitraria sobre la propiedad privada.
Jean Baptitse Say, en su Tratado de economía política (1803), plantea la Ley de Say, que en condiciones de libre competencia, con perfecta movilidad de factores y con el dinero como instrumento de cambio, es decir considerándolo un objeto económico neutral (el dinero solo es intermediario en el intercambio, por lo que incrementar su volumen sólo afecta al aumento de precios), se asegura la plena utilización de los factores productivos. Así, la oferta es quien genera la demanda.
Una implicación de esta ley, como defenderán Von Misses y la escuela austríaca siglos después, es que las recesiones no ocurren por fallos en la demanda o por carencia de dinero en circulación, sino que vienen dadas por problemas en la parte de la oferta.
Malthus, en una crítica a esta “ley de los mercados” reclamó endeudamiento estatal para la contratación de jornaleros en obras públicas o trabajos administrativos, en explícito desmarque con el resto de economistas clásicos, lo que generó un precedente de las teorías keynesianas.
David Ricardo, en Principios de economía política y tributación (1817), hace dos interesantes aportaciones, la teoría de la distribución del producto social, conectada con el crecimiento y la de las ventajas comparativas que suponen las diferencias en costes, en un intento de explicar la situación de Gran Bretaña durante las guerras napoleónicas. Tanto él como Smith parten de la importancia del individuo en la economía, asumiendo en parte las teorías fisiocráticas de los problemas derivados de los Estados intervencionistas.

Articuló respuestas al problema del valor de uso y el valor de cambio. Ciertos teóricos socialistas ricardianos lo consideran una teoría pura del valor trabajo. Ricardo negó la teoría de Smith del trabajo adquirible (medido su valor por el salario) y propuso su medición en horas dedicadas a la producción. De ahí se contempla el capital como un trabajo indirecto o acumulado que, junto con el directo, fundamenta el valor de las mercancías en términos de horas trabajadas. Así eliminó la renta a los propietarios y la tasa de ganancias de la ecuación de precio natural discutida a la manera de Smith.
Los trabajos de Ricardo tuvieron dos líneas de desarrollo muy diferenciadas, e incluso contradictorias. Por un lado, los socialistas ricardianos, y Marx, desarrollaron la teoría del valor y distribución de Ricardo. Por otro, Marshall y los marginalistas parten de su teoría de la renta como precursora de la teoría neoclásica de la productividad marginal.
John Stuart Mill, de formación utilitarista, se vio fuertemente influenciado por los socialistas románticos. Mill utilizó la teoría del crecimiento de Malthus para defender la necesidad de un control de natalidad como paso previo a la consecución del estado estacionario (sin crecimiento) ideal. Hizo suyo un individualismo progresivo, frente al posesivo de los utilitaristas, poniendo en entredicho el sistema de propiedad vigente en su época post-feudal.
Una de sus mayores aportaciones, Sistema de lógica (1844), fue la diferenciación entre economía positiva (la que estudia los hechos realmente sucedidos, lo que es) y la economía normativa (que propone respuestas basadas en juicios de valor no contrastables, lo que debería ser).
Entre 1870 y 1890 el principio de utilidad marginal descubierto independiente y simultáneamente por Jevons, Menger y Walras, sirvió de puente entre los economistas clásicos y los neoclásicos. Alfred Marchall también utilizó este concepto en su obra clave, los Principios de Economía (1890).
El marginalismo conincidía con el paradigma clásico en cuanto a la división del trabajo, la propiedad privada de los medios de producción, los mercados, la ley de Say, el modelo sin estado (o minimizando su intervención) y el enfoque utilitarista (que identifica la moral con la elección racional de los individuos egoístas).
Sus diferencias estriban en las teorías del valor, la distribución, la producción y el uso de la variable tiempo.
La teoría del valor clásica, que explicaba los precios únicamente en función de los costes de producción, se invirtió. Para los marginalistas los precios venían determinados exclusivamente por la demanda. Ambas aproximaciones resultan insuficientes para explicar las variaciones de precios en el corto o largo plazo de distintos tipos de bienes (públicos, normales e inferiores, por ejemplo). Los neoclásicos, como Marshall, conjuntaron ambas teoría e interpretaron los precios como el resultado de la interdepencia entre oferta y demanda.
El desarrollo marginalista, se vio rápidamente abocado a combatir la crítica marxista al capitalismo. En ese contexto, se formuló una teoría sin referencia al trabajo, los medios de producción, la división de clases, el excedente o la explotación, mostrando el mercado libre de intervención como la alternativa más eficiente para la asignación de recursos.
Los marginalistas como Jevons (1871), con su teoría de la economía aplicada, sembraron dos novedosas ideas: el método económico debe ser gráfico-matemático y la teoría clásica del valor es errónea ya que realmente el valor depende de la utilidad marginal que le concede el consumidor del bien. Ya no hay un valor de cambio como precio de equilibrio, que viene de la agregación del salario natural de subsistencia, más la renta a los propietarios por la tierra, más la tasa de ganancia para los ahorradores (los capitalistas). Ni valor trabajo en que la renta a los propietarios y la tasa de ganancias para los capitalistas, son deducciones del producto del trabajo.
Otro concepto clave de este teórico fue la de explicar la oferta de trabajo como mero intercambio de desutilidad (dolor producido por una hora de trabajo) y utilidad (placer obtenido con los bienes adicionales que se pueden consumir con el ingreso derivado de esa hora).
Otra línea de defensa del capitalismo frente al marxismo, nace con la escuela autríaca, que define el problema del valor de uso de Smith explicado en términos de utilidad total, en lugar de utilidad marginal. Según esta aproximación lo que realmente importa al consumidor, que sigue la lógica del coste de oportunidad en sus elecciones, es cuánto placer deja de gozar al elegir el consumo de determinado bien en lugar de otro. La escuela austríaca negó que el precio dependiese de los costes de producción, que el método gráfico-matemático fuese óptimo para desarrollar las teorías económicas, e indicó que la macroeconomía no tiene validez científica.
A finales del S XIX, una de las principales objeciones al capitalismo venía dada por la desigualdad en la distribución de ingresos. La extensión del análisis marginal, por ejemplo de Wickteed y su Ensayo sobre la coordinación de las leyes de distribución (1894), o Clarck con La distribución de la riqueza (1899), modeló una teoría que justificaba el orden de las cosas, el status quo. Según esta extensión, los salarios no debían ni podían aumentarse ya que el mercado garantizaba el salario moralmente merecido, en términos de productividad marginal del trabajo. Así se garantizan la equidad y la eficiencia, eliminando el concepto marxista de explotación.
Según estos autores, lo único que impide al mercado asegurar la retribución adecuada a todos los factores productivos, de acuerdo a sus productividades marginales, serán las limitaciones a la competencia, como la injerencia estatal o los oligopolios.
La mayor crítica a este constructo de la economía normativa es que la asignación de recursos como equivalente a la aportación a la producción no tiene porque ser necesariamente justa, ya que no diferencia entre propiedad de los medios y las personas, además de no incorporar criterios de justicia distributiva como la igualdad o la necesidad.
León Walras, en su Teoría de la riqueza social (1874-77), describió el concepto de equilibrio general, considerando todos los mercados de bienes y servicios simultáneamente, así los precios de los bienes finales influyen y son influidos por los precios de los factores de producción.
Walras define oferta y demanda en función del precio (que determina la cantidad vendida-comprada), mientras que Marshall las define en función de la cantidad (que determina el precio al que se compra-vende).
La microeconomía moderna aplica la versión de Walras al considerar el precio como variable independiente o exógena, no obstante se grafica colocando el precio en el eje vertical a la manera de Marshall.
Alfred Marshall publicó Principios de economía en 1890, el cual se convirtió en el manual referencia de economía hasta la II Guerra Mundial.
Marshall, matemático de formación, hizo comulgar parte de las obras de Smith, Ricardo y Mill con los resultados de los marginalistas, Jevons, Menger y Walras. Ello propició una nueva ortodoxia que hoy se da en llamar Neoclasicismo.
La teoría neo-clásica tiene su puerta de entrada en los siguientes conceptos:
a.- individuos egoístas maximizadores de utilidad, racionales y con información perfecta
b.- dotación (distribución) individual de recursos productivos e
c.- inherente habilidad individual para transformar la naturaleza mediante recursos productivos tecnológicos.
Desde estos tres conceptos de entrada, la teoría neo-clásica desarrolla su estudio sobre todos los objetos que pretende comprender. Así conecta precios, salarios y beneficios con los conceptos organizadores de preferencias individuales, distribución de recursos y tecnología. La teoría neo-clásica es una teoría individualista: la naturaleza del hombre determina la estructura y cualidades propias de la economía.
Para analizar cualquier teoría, tan importante es fijarse en sus puertas de entrada como en su lógica interna, su forma de conectar unos conceptos con otros. Richard Wolff entiende que ese sistema de conexión de conceptos es diferente para cada paradigma.
La economía neo-clásica utiliza una lógica deductivista. Todos los conceptos analizados son deducidos de sus conceptos – entrada. Por ejemplo, la economía neo-clásica conecta sus conceptos-entrada (preferencia, tecnología y distribución de recursos) en forma deductiva en su explicación de conceptos como la demanda y oferta de bienes y recursos, o los precios. En otras palabras, las ofertas, demandas y precios son causados por las preferencias, la distribución de recursos y la tecnología. Wolff entiende que siguiendo la lógica neo-clásica el precio se reduce a sus causas de oferta y demanda que a su vez se reducen a sus últimas causas: preferencia, distribución de recursos y tecnología, que son los determinantes esenciales de todo lo demás. La lógica neo-clásica es reduccionista, deductiva o determinística en la forma en que conecta sus conceptos.
Este tipo de lógica es distinta a la lógica sobredeterminística que siguen ciertas corrientes marxistas, donde no es posible separar causas de efectos. Así para la lógica sobredeterminística todos los conceptos a tratar (incluidos los conceptos-entrada) son a la vez causa y efecto de los demás. Por ello ningún concepto puede reducirse a ser un efecto de la interacción entre un subconjunto de otros conceptos
Uno de los efectos más destacables del reduccionismo neo-clásico y keynesiano es la facilidad con que sus conceptos pueden trasladarse al lenguaje matemático. Lo que sin duda promueve lo que llamaremos matematización de la economía y que analizaremos más adelante.
Uno de los principales objetivos de los clásicos y neo-clásicos fue demostrar como el capitalismo sólo podía materializar su potencial si todas la barreras y obstáculos a la maximización del bienestar individual eran eliminadas. Incluso algunos de sus más severos críticos, como John Maynard Keynes (1883-1946), compartieron ese objetivo.
Para Keynes el obstáculo a combatir era una falta de demanda efectiva, que no permitía al capitalismo operar óptimamente. Cuando Adam Smith murió en 1790, no había ningún país en el mundo que hubiese desarrollado plenamente el capitalismo. Fue partir de 1850, cuando la Europa occidental, Estados Unidos y Japón extendieron la dominancia de ese sistema en sus sociedades. A medida que el capitalismo se desarrollaba, también lo hacían la división social y las tensiones propias del mismo. Los capitalistas y los trabajadores chocaron al no conseguir una distribución de la producción y riqueza a gusto de todos. El socialismo surgió para desafiar al capitalismo en la forma de sindicatos, huelgas, partidos socialistas y un corpus teórico crítico articulado, especialmente por Karl Marx (1818-1883).
En respuesta a esos desafíos, los economistas clásicos transformaron sus teorías entre 1870 y 1890. La economía neo-clásica emergió enraizada en los trabajos de Smith y Ricardo, pero con las aportaciones de los marginalistas se convirtió en algo diferente. Así como los clásicos se habían fijado en los niveles de riqueza nacionales, el crecimiento y las políticas económicas gubernamentales, los neo-clásicos se centraron en el comportamiento económico de los elementos individuales de la economía moderna: empresas, consumidores y trabajadores. La economía neo-clásica se concentra en el análisis de los procesos de elección de los consumidores y el comportamiento de las empresas para estudiar tópicos como la distribución de los ingresos, ciclos económicos, estructuras de mercado, equilibrio, balanza de pagos, crecimiento y desarrollo económico.
La Gran Depresión de los años 30 supuso un gran golpe para la teoría neo-clásica. Muchos economistas neo-clásicos se preocuparon al ver que la teoría que habían desarrollado en los últimos 60 años podía ser errónea. La única solución que su teoría ofrecía para corregir y superar la Gran Depresión era la de permitir que las fuerzas de mercado hiciesen su trabajo –lo que la teoría neo-clásica celebra como el óptimo de organización económica-. No obstante, el sufrimiento generalizado durante la década de los treinta era tan grande, que la solución de mercado, si era solución, podía venir demasiado tarde para salvar al capitalismo de la creciente masa de críticos que se estaba formando. Existía el peligro inmediato de una revolución social llevada a cabo por aquellos que, sufriendo la pobreza y desempleo, estaban desilusionados con el capitalismo como sistema económico. Fue en ese determinante periodo de agitación social y peligro para el capitalismo y por ende para la teoría neo-clásica, cuando un importante economista neo-clásico, John Maynard Keynes, desarrolló una intensa auto-crítica teórica.

